LA AUTENTICIDAD DE LOS INSTRUMENTOS PÚBLICOS Y EL RÉGIMEN DE AUTENTICACIONES CONSULARES

 1. La presunción de autenticidad como pilar de la seguridad jurídica

 

El artículo 334 del Código Procesal Civil y Mercantil consagra uno de los principios más relevantes del Derecho probatorio: la presunción de autenticidad de los instrumentos públicos. Conforme a esta disposición, los instrumentos públicos “se considerarán auténticos mientras no se pruebe su falsedad”, lo que implica una presunción iuris tantum que desplaza la carga de la prueba hacia quien alega la falsedad del documento.

 

Esta presunción no es meramente formal, sino que responde a la naturaleza del instrumento público como emanación de la fe pública, otorgada por funcionarios investidos legalmente de autoridad. El legislador parte del supuesto de que el funcionario actuó conforme a la ley, razón por la cual el documento goza de credibilidad reforzada frente a otros medios probatorios.

 

2. Instrumentos públicos extranjeros y el principio de equivalencia funcional

 

El mismo artículo 334 establece un régimen especial para los instrumentos públicos emanados de país extranjero, introduciendo un principio de equivalencia funcional: dichos documentos pueden hacer fe en El Salvador siempre que se cumplan determinadas formalidades de autenticación, salvo aplicación del Convenio de la Apostilla (1961), dictada por la Conferencia de La Haya de Derecho Internacional Privado (HCCH).

 

La exigencia de autenticación por medio del Servicio Exterior salvadoreño o, en su defecto, por las autoridades del Ministerio de Relaciones Exteriores del país de origen, cumple una función clara: verificar la autenticidad de la firma del funcionario extranjero, no el contenido del acto jurídico. En otras palabras, el Estado salvadoreño no valida el fondo del instrumento, sino la legitimidad de quien lo autoriza.

 

Este mecanismo evita la inseguridad jurídica que surgiría si cualquier documento extranjero pudiera surtir efectos sin un control mínimo de autenticidad, pero al mismo tiempo facilita la circulación internacional de documentos públicos, especialmente en contextos migratorios, comerciales y sucesorios.

 

3. La cadena de autenticaciones y la lógica jerárquica

 

Los artículos 150 y 151 de la Ley Orgánica del Servicio Consular desarrollan técnicamente el régimen de autenticaciones previsto de forma general en el Código Procesal Civil y Mercantil. El artículo 150 establece dos escenarios:

 

1. Cuando el funcionario consular conoce la firma de la autoridad local, puede autenticarla directamente.

2. Cuando no la conoce, se activa una cadena de autenticaciones jerárquicas, culminando en la legalización de la firma del funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores que realizó la última validación.

 

Este sistema responde a un principio de trazabilidad jurídica: cada autenticación se apoya en una autoridad superior o institucionalmente reconocida, creando una secuencia verificable que refuerza la confianza en el documento.

 

Desde una perspectiva práctica, esta cadena no busca complejizar innecesariamente el trámite, sino evitar la suplantación de autoridad y la falsificación documental, riesgos especialmente altos en documentos con efectos transnacionales.

 

4. Autenticación y valor probatorio: una relación instrumental

 

El cobro de derechos establecido en los artículos 151 y 152 de la Ley Orgánica Consular no altera la naturaleza jurídica de la autenticación, sino que confirma su carácter de acto administrativo reglado. La autenticación no crea el instrumento público, ni modifica su contenido; simplemente habilita su eficacia probatoria dentro del ordenamiento salvadoreño.

 

En este sentido, la autenticación es un requisito de admisibilidad probatoria, no un requisito de validez del acto jurídico en sí. El instrumento sigue siendo válido conforme a la ley del país de origen, pero solo adquiere fuerza probatoria plena en El Salvador una vez cumplidas las formalidades exigidas por el derecho interno.

 

5. Traducción oficial y control jurisdiccional

 

El artículo 334 también prevé la posibilidad de que el juez o tribunal ordene una nueva traducción oficial de instrumentos redactados en idioma extranjero, incluso de oficio. Esta facultad refuerza el principio de soberanía jurisdiccional, asegurando que la valoración probatoria se realice sobre una versión lingüísticamente fiel y jurídicamente comprensible.

 

La traducción judicial se convierte así en la única versión válida para efectos procesales, lo que evita interpretaciones erróneas y protege el derecho de defensa de las partes.

 

6. Reflexión final: autenticidad, fe pública y modernización

 

El régimen analizado demuestra que la autenticidad de los instrumentos públicos no es un dogma estático, sino un sistema dinámico de confianza institucional. La fe pública, ya sea ejercida por notarios, jueces o funcionarios consulares, se articula mediante presunciones legales, controles formales y procedimientos de verificación.

 

En el contexto actual de digitalización y uso de firmas electrónicas certificadas, estos principios mantienen plena vigencia, aunque su expresión técnica evolucione. La lógica de la autenticación —verificar la identidad y autoridad del emisor— sigue siendo la misma, aunque el soporte ya no sea papel, sino un documento electrónico verificable.

 

En definitiva, los artículos analizados configuran un equilibrio entre apertura internacional y protección de la seguridad jurídica interna, asegurando que los instrumentos públicos, nacionales o extranjeros, cumplan su función esencial: generar certeza, confianza y estabilidad en las relaciones jurídicas.

 

 



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